Entrevista a Lorenzo Silva, escritor
Entrevista por Pablo Amores Martín
Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), trabajaste en Arthur Andersen y en Unión Fenosa. Eres escritor.
La crítica y el público desde hace años han acogido tus novelas con entusiasmo. Prolífico, con más de 60 libros publicados. Polifacético, has escrito novela, relatos y ensayos.
Has ganado el Premio Nadal, el Planeta y el Algaba; eres Guardia Civil Honorario y ostentas la Gran Cruz de la Orden del Dos de Mayo,
Lorenzo,
¿Qué te llevó a estudiar Derecho en la UCM?
La verdad es que no tenía una vocación definida, al margen de la literatura, que siento como mi verdadera profesión desde los 15 o 16 años. Un motivo poderoso fue que en primero de carrera sólo había entonces en Derecho cuatro asignaturas, y yo ese año quería hacer la mili como voluntario para quitármela de encima cuanto antes. Así lo hice, compatibilicé ambas cosas y aprobé primero sin problema y hasta con nota. También pensé que Derecho era una carrera polivalente que me abriría puertas. Como así fue, por cierto.
¿Qué recuerdos guardas de tu paso por las aulas?
De todo tipo. El tiempo te hace verlo todo con afecto y hasta con ternura, y la verdad es que agradezco mucho lo que me enseñaron allí (sobre todo, el derecho romano, el civil, el penal, el administrativo y la filosofía del derecho, que me han servido para muchas más cosas de lo que imaginaba; incluso a la hora de escribir novelas). Pero no oculto que a menudo, por el tipo de enseñanza entonces vigente, algo rígida y memorística, tenía la sensación de estar perdiendo el tiempo y pensaba en abandonar la carrera.
¿En qué momento decidiste dedicarte por entero a la creación literaria?
Eso lo decide la vida por mí. Yo escribía frenéticamente desde los trece años, destinando a ello casi cualquier momento disponible, en la conciencia de que ese era mi auténtico oficio. Durante más de veinte años tuve que combinarlo con otras labores, porque la literatura no me proporcionaba ningún ingreso. A partir del año 2000, tras ganar el Premio Nadal, y sin que yo lo esperara, empezó a convertirse en una posibilidad profesional, en el sentido de poder entregarme a la escritura por completo. Y poco después, decidí arriesgarme. Pedí una excedencia en mi empresa en 2002 y ya no he vuelto.
Observación, inspiración, memoria, imaginación… ¿qué es lo que te más te guía cuando escribes una novela?
Todo es importante, y hasta diría que todo es igualmente importante. La inventiva no suple el valor de una buena observación, ni el chispazo de algo que acabas de ver el valor de lo que ya viviste y aún recuerdas. Y viceversa. Combinar todos los ingredientes en las dosis adecuadas, y valorando y cuidando cada uno, es el secreto de un relato eficaz y capaz de conmover.
Novelas policíacas (Bevilacqua y Chamorro), novelas juveniles (para jóvenes y no tan jóvenes), novelas históricas, de misterio, ensayos, ¿dónde te encuentras más cómodo y qué género te produce mayor satisfacción personal?
Todo lo que escribo me motiva y tengo que reconocer que he sido afortunado y que en todos esos ámbitos he encontrado satisfacción y un público y he podido divertirme mientras escribía. Desde luego me ha pasado con la novela policiaca, pero destacaría, por destacar algo, las enormes satisfacciones que me ha proporcionado la literatura juvenil, que me ha permitido llegar, en el mejor momento, a muchos y muy buenos lectores, y lo mucho que disfruto con el ensayo, por la alternancia entre narración y reflexión, que es una mezcla que me resulta especialmente placentera.
En Getafe, ciudad periférica de Madrid, se desarrollan varias de tus novelas juveniles, ¿es Getafe tu “lugar en el mundo”?
Uno de ellos, sin duda. Tengo más: Barcelona, Madrid, Illescas, Viladecans, Portbou, Málaga, Salamanca, Toledo, Melilla, Praga, Rabat, Fez, Xauen, Roma, Atenas, Montevideo, Buenos Aires, Melbourne, Tokio… Me gusta dejarme adoptar por los lugares, a nada que tengan para prenderme..
En tu último libro, “Lejos del Corazón”, tratas temas como la ciberdelincuencia, el blanqueo de dinero, el narcotráfico ¿Qué lectura haces de este mundo tan opaco? ¿es muy exigente el proceso de documentación y aprendizaje?
Es un mundo nuevo y algo amorfo, que por eso mismo está en buena medida en manos de ventajistas y oportunistas sin escrúpulos. Las leyes y los Estados van muy por detrás, pero si quieren seguir garantizando en el nuevo entorno digital los derechos y las libertades de los ciudadanos, e impedir que se conviertan en conceptos puramente ilusorios, van a tener que espabilar y plantar cara con los viejos principios éticos de siempre, esos que ya estaban en Aristóteles, a estos voraces malhechores de los bytes. Para documentarme he tirado en primer lugar de mi propia y larga experiencia con las máquinas que mueven hoy el mundo —tuve la suerte de trastear con un Apple II allá por el año 1981, lo que es una experiencia bastante precoz para mi generación—, y que me ha enseñado a aproximarme a las novedades digitales con sentido crítico y un análisis personal del coste y el beneficio; además, me ha sido de un valor inestimable la ayuda de expertos de la Guardia Civil que están en primera fila de la lucha contra la ciberdelincuencia, el narcotráfico y el blanqueo.
El acoso laboral y el acoso escolar, los peligros de las redes sociales, la violencia de género, los crímenes, las historias de amor, la guerra, los “reality shows”, las relaciones cibernéticas… tus novelas son de rabiosa actualidad, ¿cómo lo haces?
Estoy atento. Me interesa lo que pasa a mi alrededor. Siento que hay mucho que contar y que no se está contando, o no con la intensidad y hondura que se debiera. Y me parece, contra lo que muchos piensan, que nuestra realidad está llena de paradojas y misterios. Es un filón de historias que, bien contadas, pueden ser apasionantes, tanto como la más fabulosa de las fantasías.
¿Hay algún escritor no tan conocido para el gran público por el que sientas especial predilección?
Entre mis contemporáneos y los de mi generación. Carlos Castán y Juan Bonilla, dos prosistas extraordinarios, a los que ha perjudicado brillar sobre todo en el relato corto. De fuera, el francés Pierre Michon y el argentino Andrés Rivera, otros dos orfebres del relato no muy largo. Y de la antigüedad, Procopio de Cesarea, un historiador bizantino del siglo VI que es un verdadero portento. Su Historia de las guerras no sólo es un monumento de la historiografía, sino una joya literaria, una referencia para cualquier contador de historias. Y dicho sea de paso, también era jurista, y en esa calidad fue consiliarius o symboulos (esto es, consejero o asesor) del famoso conde Belisario.
Fuiste distinguido con el premio CEDRO que concede el Centro Español de Derechos Reprográficos por defender la cultura, los derechos de autor y la propiedad intelectual, ¿Cómo ves el panorama actual en España en materia de lucha contra la piratería? ¿La piratería asfixia el talento?
Pese a alguna reforma legal que parecía querer ponerle coto, seguimos en la tibieza, que propicia que mucha gente no vea mal piratear y lo siga haciendo, porque en la práctica muy rara vez tiene consecuencias. Mi lectura del asunto es que la protección de los derechos de los creadores no es una prioridad entre nosotros, da más votos seguir permitiendo el expolio. Gracias a ello, el grueso de nuestros creadores vive en la indigencia o ha de hacer otra cosa para vivir. Hay quien cree que la miseria aguza el genio artístico. Yo tengo mis dudas.
Mantienes y enriqueces tu página web con una “Zona desdinerizada”, plagada de relatos cortos, ¿cuál es la esencia de este proyecto?
Que quien crea cultura, en mi caso literatura, tiene el afán de compartirla con las demás, más allá de las transacciones económicas que son necesarias para poder ganarte la vida y subvenir a tus necesidades. Que especialmente a aquellos que no pueden acceder a la cultura por otro medio, por falta de renta o falta de bibliotecas, por ejemplo, es vocación de quienes creamos facilitárselo. Esa página me ha servido para llegar a muchos lectores de países a donde no llegan los libros españoles, o de esos otros donde son demasiado caros para que un ciudadano normal pueda adquirirlos. Y a muchas escuelas, desde Chile a Senegal. Ha sido una de las mejores ideas que he tenido nunca.
El escritor rumano Mircea Cărtărescu ha dicho recientemente que “se podría lanzar hoy en día La Divina Comedia, las Elegías de Rilke o Las olas de Virginia Woolf sin obtener eco alguno. Se perderían en el montón informe de libros en que se ha convertido la literatura actual. El mundo ha cambiado, la belleza se ha vuelto subterránea y marginal”. ¿Eres optimista al respecto?
Como decía Robert Musil, que no era precisamente la alegría de la huerta, un escritor es esencialmente un optimista: cree que será mejor escribir que abstenerse de hacerlo, y echa muchas horas profesando esa creencia. Yo también la tengo, y aunque coincido con Cartarescu en que en las mesas de novedades de las librerías hay a veces mucha banalidad y poca literatura de nervio y envergadura, tengo la convicción y la esperanza de que esta se sigue escribiendo, y se seguirá leyendo.
¿Qué consejos darías a los actuales alumnos de Literatura de la UCM?
Como diría Kafka, no soy quién. No soy juez de nada, sino que ocupo, como él, y según sus propias palabras, el banquillo de los acusados. Desde ese lugar tan precario, sólo me atrevo a recomendarles que lean, sin tasa ni restricción, y que procuren amar lo que leen y lo que hacen y buscar en los libros la felicidad que atesoran y que son ellos los llamados a transmitir a otras personas.
Muchas gracias, Lorenzo.
A vosotros, siempre.